lunes, 29 de julio de 2013

¿Un Mesías fracasado?

“Señor, ¿restaurarás el reino de Israel en este tiempo? 
Les dijo: 
No os toca a vosotros saber los tiempos o las ocasiones que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.” Hechos 1:6-8
Los discípulos de Jesús esperaban que él cumpliera con el principal objetivo del anuncio profético mesiánico: La restauración del reino de Israel. Sin embargo, fueron testigos de un ministerio secular, casi escondido, no militar ni político que empezó, se desarrolló y terminó, pero no se produjo ninguna independencia del dominio romano ni se alcanzo la cumbre del poder que se suponía debería haberse producido. Es entonces cuando formulan esta pregunta, que parafraseada sería: 

¿Si, reconociendo que tu eres el Mesías, y vemos que Israel no ha sido restaurado aún, lo harás en el corto plazo? 

Con esta pregunta demuestran que aún no tenían claro de que fase del cumplimiento profético habían sido testigos. 

La respuesta de Jesús, en cambio, resulta una evasiva deliberada para redirigir el foco de atención de sus seguidores a otra misión. La restauración de Israel es pues, según su declaración, un tema del futuro más no del presente inmediato. 

¿Entonces era realmente el Mesías esperado o un pretendiente a serlo que fracaso?. 

Para responder a esta pregunta hay que profundizar sobre cuáles son los roles y fines que el Mesías de Israel debe realizar según lo revelado en las escrituras hebreas. 

Para hacerlo escrutaremos varios pasajes del antiguo testamento para tener una idea sobre lo que esperaban y hasta qué punto dichas expectativas de liberación política nacional eran el principal efecto del Mesías sobre la nación de Israel. También se verá que los religiosos de la época no tenían una acertada idea de las fases y alcances de la actuación mesiánica. 

Desde el punto de vista de los doctores de la ley el Mesías tendría el siguiente carácter: 

Ser descendiente del rey David. 
Restaurar el reino de Israel. 
Convertir a Israel en la primera potencia mundial. 
Establecer un reino de justicia y paz eterno, no substituido por otro. 

Esta visión del Mesías político era la más común. Pero será falaz decir que era la única. También existían gentes con una expectativa más espiritual. Un ejemplo es Simeón, este hombre ya anciano declaró, al tomar en sus brazos a un Jesús de apenas 8 días de nacido, lo siguiente: 
“Ahora, señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra, porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel." Lucas 2:29-32 
Aquí, Simeón entiende otros puntos sobre lo que debe ser el Mesías: 

Un salvador. 
Luz para revelación a todos los pueblos no judíos. 
Gloria de Israel. 

En cualquier caso la expectativa se centra en alguien muy especial, el cual es Mesías, lo que proviene del hebreo Mashiah que significa el ungido por Dios. La forma griega es Christos, de lo cual resulta que Jesucristo significa: “Jesús el ungido de Dios”. Pero, ¿Qué significa ungido? Ungido es alguien autorizado para un función concreta. Los reyes de Israel, no todos, fueron ungidos para tal función por un profeta dirigido por Dios a fin de autorizarlos para dicha función. También los sacerdotes tenían que ser ungidos (autorizados) para ejercer los oficios sacerdotales y otros personajes como los patriarcas Abraham e Isaac, e incluso el rey persa Ciro, que favoreció a Israel en el retorno y reconstrucción posteriores al exilio babilónico, fueron llamados ungidos de Dios. 

De acuerdo a esto el Mesías, esto es, el Ungido, es aquel a quien Dios le da autoridad y poder para restablecer el reino de Israel y llevarlo a la primacía. Veamos dos pasajes claves para mostrarnos esta visión: 
“Vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso y actuará conforme al derecho y la justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual lo llamarán; Jehová, justicia nuestra”. Jeremías 23:5-6 
Con este pasaje queda claro el anuncio profético de un descendiente de David que llega ser rey de Israel y lo lleva a una grandeza con seguridad, justicia y paz. 
"El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; a los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos. Multiplicaste la gente y aumentaste la alegría. Se alegraren delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan al repartirse el botín. Porque tú quebraste su pesado yugo, la vara de su hombro y el cetro de su opresor, como en el día de Madian. Porque todo calzado que lleva el guerrero en el tumulto de la batalla y todo manto revolcado en sangre, serán quemados, pasto del fuego. Porque un niño nos es nacido, hijo nos ha sido dado, y el principado sobre su hombro. Se llamará su nombre “Admirable consejero”, “Dios fuerte”, “Padre eterno”, “Príncipe de paz”. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán limite sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y justicia desde ahora y para siempre.” Isaías 9:1-7 
En ambos pasajes vemos a un libertador de la opresión y el dominio de otras naciones sobre Israel. Alguien que llevará a la grandeza a esta nación. Pero no es un hombre cualquiera, los títulos que el segundo pasaje contiene resultarían blasfemos para el propio David como también a cualquier descendiente suyo. Además, ¿no resulta excesivo predecir el establecimiento de un reino eterno? No obstante, estas son las grandiosas expectativas con las cuales los israelitas de los tiempos de Cristo contaban. 

Veamos ahora desde dicho ángulo los resultados del ministerio de Jesucristo. Nace en tiempos de la dominación romana de Judea. Realiza un ministerio de 3 años en el cual muestra su mensaje. Muere crucificado por orden de Poncio Pilato a petición de los religiosos judíos. Se forma una secta judía que más adelante se conocerían como cristianos. Dicha secta sería repudiada por el sector religioso judío y repudiado también por el orden romano. No hubo ningún amago de asalto al poder por parte de este Mesías. Roma siguió dominando. La agitación social siguió en aumento hasta llegar a su punto culminante en los tiempos del emperador Vespasiano. En el año 70 de nuestra era, las tropas del general Tito, hijo del emperador antes señalado, llevo sus ejércitos a Judea y, tras un largo y sangriento asedio, se devasto Jerusalén, se quemo el templo y una gran cantidad de población fue llevada al exilio. Más adelante, en el 132, se completo el trabajo con una segunda diáspora. El territorio de Judea, hogar de la nación judía, fue desarraigado y paso de la dominación a un estado mucho peor, la dispersión radical de su pueblo, situación que duraría más de 18 siglos hasta la instauración del estado de Israel en 1948. 

Visto desde esta perspectiva el cumplimiento de las expectativas mesiánicas sobre Jesucristo es un completo desastre. 

Y claro está que muchos, dados estos resultados, afirmarán que Jesucristo en modo alguno sería el Mesías esperado sino alguien totalmente ajeno a dicha categoría. 

¿Es esto cierto? 

Para llegar a cualquier errónea conclusión se necesitan dos cosas, o la combinación de ambas; datos incorrectos o datos incompletos. Y lo segundo es lo que explica este caso. 

Si nos atenemos a los 2 pasajes antes mostrados, así como otros que enfaticen el reinado del Mesías e ignoramos otros pasajes llegaremos a esta errónea conclusión. 

¿Estaba la muerte del Mesías, e incluso ciertos detalles de la crucifixión señalados en el registro profético? 
La idea de un Mesías que llega a gobernar y permanece intacto sin otro rol a protagonizar, ni problemas, es bastante ajeno al registro profético como veremos. Ya el profeta Daniel menciona enfáticamente la muerte del Mesías; “Después de las sesenta y dos semanas se quitara la vida al Mesías y nada ya le quedará.” Daniel 9:26. En este texto, que luego analizaremos, nos habla de que el Mesías sufre violencia, y esta hasta la muerte. El profeta Isaías, en el capítulo 53, describe al Siervo sufriente de Jehová que padecerá, morirá y resucitará con un propósito redentor. Redimir significa pagar la deuda de otro para restablecer su libertad o alguna posesión. En el caso que aquí se aplica el propósito redentor del Mesías es pagar por las culpas de la humanidad para satisfacer la justicia de Dios que exige el castigo del pecado con la muerte. Para ello se ofreció a si mismo siendo sin pecado, como los corderos sin defecto requeridos para los holocaustos, en lugar del resto de la humanidad que si a pecado y cuya muerte no tendría valor para redimir su propia vida espiritual. 

Leamos atentamente el pasaje mencionado y notemos como 7 siglos antes de Cristo el profeta Isaías escribe con varios giros en los tiempos verbales y en primera persona plural esta precisa descripción de los hechos y propósito de la pasión de Jesucristo: 
“He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, será puesto muy en alto. Como se asombraron de ti muchos. Pues de tal manera estaba desfigurada su apariencia, que su aspecto no parecía el de un ser humano, así asombra él a muchas naciones. Los reyes cerrarán ante él la boca, porque verán lo que nunca les fue contado y entenderán lo que jamás habían oído. ¿Quién ha creído nuestro anuncio y sobre quien se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, como raíz de tierra seca. No hay hermosura en él, ni esplendor; le veremos más sin atractivo alguno para que lo apreciemos. 
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimiento; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Más él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados. 
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se aparto por su camino; más Jehová cargo en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; Por medio de violencia y de juicio fue quitado; y su generación ¿quien la contará? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte. Aunque nunca hizo maldad ni hubo engaño en su boca, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá descendencia, vivirá por largos días y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará sobre si las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los poderosos repartirá el botín; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores.”Isaías 52:13-15 y 53:1-12 
Del anterior pasaje se desprenden las siguientes conclusiones sobre el Mesías: 

• Padecerá persecución y muerte. 
• Existe una fase de su acción sobre el mundo que tendrá un carácter espiritual, no político. Con objeto de expiar el pecado de la humanidad. 
• Resucitará. El texto habla con claridad de que muere pero luego vuelve a la vida para ser exaltado. 

Como se observa el Mesías tiene una misión espiritual importante que cumplir antes de realizar su misión política. 

Pero, en relación con los alcances, ¿era el objetivo redimir e iluminar sólo al pueblo de Israel o a toda la humanidad? Veamos otro pasaje de Isaías: 
“él dice: ‘Poco es para mí que solo seas mi siervo para levantar a las tribus de Jacob y restaurar el resto de Israel; también te he dado por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo último de la tierra'”. Isaías 
Esto también lo cito el apóstol Pablo cuando su mensaje, el evangelio, fue rechazado por los judíos de Antioquia de Pisidia; “A vosotros a la verdad, era necesario que se os hablara primero la palabra de Dios; pero puesto que la desecháis y nos os juzgáis dignos de la vida eterna, nos volvemos a los gentiles (no judíos), porque así nos ha mandado el Señor diciendo: “Te he puesto para luz de los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra”. Hechos 13:46-47.

Por lo tanto concluimos que el Mesías tenía una primera etapa profética que implicaba una obra espiritual no limitada a Israel sino extensiva a toda la humanidad. 

Hablemos ahora de tiempos. 

¿Estaba definido que existiría un lapso de tiempo considerable y desconocido interpuesto entre una primera fase del cumplimiento profético y otra segunda fase para la restauración de Israel? 

Veamos ahora al profeta Daniel quien es aquel que puede darnos más pistas sobre el orden cronológico de los eventos históricos relacionados con el Mesías. Existen 3 profecías con importantes referentes históricos para hilvanar el orden y los tiempos de cumplimiento; el sueño de Nabucodonosor, la visión de la cuatro bestias y la profecía de las 70 semanas. De estas, la más espectacular es la última y por ello la referiremos a continuación: 
“Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación poner fin al pecado y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, sellar la visión y la profecía y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; se volverán a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y nada ya le quedará. El pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario, su final llegará como una inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Por otra semana más confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrifico y la ofrenda. Después, con la muchedumbre de las abominaciones, vendrá el desolador, hasta que venga la consumación y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” Daniel 9:24-27 
En el pasaje se mencionan 4 períodos: 

• 7 semanas de años que implican 49 años referidos a la reconstrucción del templo y la ciudad de Jerusalén posteriores al exilio babilonio. 
• 62 semanas que conforman el período hasta la muerte del Mesías. 
• Un período de tiempo indefinido entre las semanas 69 y 70. Acontece la muerte del Mesías, la destrucción de Jerusalén y el templo y los desastres subsecuentes. No se especifica la duración de este período. 
• La semana 70, la última semana del cumplimiento profético. En ella se producirán los últimos acontecimientos antes del dominio final del Mesías. 
Luego de completadas estas 70 semanas. Llega la segunda etapa del mensaje profético mesiánico. Es decir, el reinado político del Mesías sobre Israel y el mundo. 

¿Se ha cumplido esta profecía? 

En el primer período existieron 4 decretos para restaurar el templo; 1 de Ciro, 1 de Darío y 2 de Artajerjes. Sin embargo, solo el último cumple con la orden de la reconstrucción del templo y de la ciudad. Este decreto se promulgo en el año 445 a.C. El tiempo transcurrido entre el decreto y la consolidación de Jerusalén y el templo de Zorobabel, son consistentes con los 49 años mencionados. También son absolutamente históricos los acontecimientos angustiosos que soportaron por la oposición y amenaza de amonitas y árabes. Los libros de Esdras y Nehemias narran dichas dificultades. 

Para el segundo período de 62 semanas de años se puede computar sumando las 7 semanas de primer período y las 62 semanas de años del segundo dándonos 483 años de 360 días, convirtiendo a los años de nuestra cronología actual resultan 476 que restados a los 445 antes de nuestra era menos 1, ya que no existe el año cero, resulta aproximadamente el año 30 de nuestra era. 

Dicho año coincide con el término del ministerio de Jesús al cabo del cual fue muerto tal como lo profetizo Daniel. 

En el tercer período se producen acontecimientos que encajan perfectamente con las devastaciones del año 70, cuando las tropas del general Tito, hijo del emperador Vespasiano, sitiaron Jerusalén y destruyeron el templo. 

Jesucristo también profetizo sobre los acontecimientos del tercer período: 
“Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed entonces que ha llegado su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; los que estén en medio de la ciudad, salgan; y los que estén en los campos, no entren en ella. Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. 
Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días! Porque habrá grande calamidad sobre la tierra e ira sobre este pueblo. Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones. Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles. “Lucas 21:20-24 
Podemos concluir que salvo la semana setenta, la profecía de Daniel se ha cumplido brillantemente, y nada indica que no se cumpla el resto. Queda por tanto descartada la objeción de que los acontecimientos posteriores al ministerio de Jesús no correspondan a las expectativas mesiánicas tal y como están contempladas en las escrituras hebreas. 

Finalmente podemos responder a la pregunta inicial que Jesucristo no es un Mesías fracasado sino que si cumplió la profecía hasta su primera fase como Salvador. Queda pendiente su papel de Rey para el futuro como el mismo lo afirmo al declarar su segundo retorno con poder y gloria. Acontecimiento del 4 período, es decir, de la semana 70: 
“Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Y en la tierra habrá angustia de las naciones por la confusión ante el rugido del mar y del oleaje. Los hombres se desmayarán a causa del terror y de la expectación de las cosas que sobrevendrán al mundo habitado, porque los poderes de los cielos serán sacudidos. Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube, con poder y gran gloria.” Lucas 21:25-27 
Esto es consistente con la siguiente profecía hebrea: 
"Los hombres se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra, a causa de la temible presencia de Jehová y del esplendor de su majestad, cuando se levante para hacer temblar la tierra. En aquel día los hombres arrojarán a los topos y a los murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro que habían hecho para adorarlos, a fin de meterse en las grietas de las rocas y en las hendiduras de las peñas, a causa de la temible presencia de Jehová y del esplendor de su majestad, cuando Jehová se levante para hacer temblar la tierra." Isaías 2:19-21
Después de todo lo visto. 

¿Por qué entonces no fue reconocido como Mesías por los religiosos judíos de la época? 

Jesús dijo: 
"No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir." 
Pero fue precisamente este nuevo cumplimiento el que indigesto a los religiosos judíos de entonces. Para ellos, los basamentos de su relación con Dios no deberían ser alterados. Su visión era la de un judaísmo con un Mesías que no conlleve cambios en los siguientes puntos: 

•  La naturaleza de la tradición religiosa existente. 
•  La justificación por la observancia de la ley. 
•  La envergadura humana de su fe. 

En relación al primer punto Jesús no les dijo que dejaran de cumplir los preceptos de la ley de Moisés pues él mismo los observó, pero no como los fariseos y escribas. Aquellos llenaron la ley de nuevos preceptos y lo llevaron a una rigidez vacua de autentica espiritualidad sin verdadera adoración y obediencia a Dios. Es esto, y no un absurdo antisemitismo, como algunos maliciosamente han sostenido, lo que Jesús condenaba al reprenderles en repetidas ocasiones. Ya en los profetas del antiguo testamento están presentes muchas mas reprensiones a la infidelidad o hipocresía de Israel en diferentes puntos de su historia, y no por ello podríamos decir que dichos profetas y Dios, que les ordeno decir lo que dijeron, son antisemitas. 

En varias ocasiones Jesús respondió a sus acusadores religiosos citando al profeta Oseas 6:6 “Misericordia quiero y no sacrificio”. Y no es la única referencia a los profetas como se muestra en el siguiente episodio: 
“Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos?, pues no se lavan las manos cuando comen pan. Respondiendo él, les dijo: 
Porqué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Dios mandó diciendo: “Honra a tu padre y a tu madre”, y “el que maldiga al padre o a la madre sea condenado a muerte”, pero vosotros decís: “Cualquiera que diga a su padre o su madre: ‘Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte', ya no ha de honrar a su padre o a su madre”. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: 
“Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres”. Mateo 15:1-9 
Del mismo modo que aquellos fariseos de entonces, hoy existen fariseos judíos y cristianos que son buenos religiosos, pero vacuos creyentes. No pueden pues creer y reconocer al Hijo, sino no creen y honran al Padre en verdad. 

En relación con el segundo punto, Jesucristo trajo un cambio de paradigma trascendental: El nuevo pacto por su sangre. El era ahora el sacrificio por todos los pecados pasados, presentes y futuros. Ya no era pues necesaria la figura de la ofrenda por los pecados consistente en un animal sacrificado en el templo. Él sería la ofrenda. De allí la inspirada afirmación del sumo sacerdote Caifas al decir: "Nos conviene que un hombre muera por el pueblo y no que todo la nación perezca". Juan 11:50 

La justificación sería ahora por la fe en él y traería un nuevo poder para vencer al pecado y transformar vidas que la justificación por la observancia perfecta de la ley jamás podía lograr. Ya lo profetizó el profeta Ezequiel al decir: 
"Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis estatutos y que guardéis mis preceptos y los pongáis por obra". Ezequiel 36:26-27 
Por último, en relación con el tercer punto, el alcance de la salvación por la fe en Cristo estaba destinado a toda la humanidad. Empezando con los judíos y extendiéndose a todos los pueblos de la tierra. 

Todos estos elementos chocaban con el petrificado sistema religioso del judaísmo ortodoxo de la época como sucede también con el actual. 

Pero no por ello deja de ser el autentico Mesías judío profetizado en las escrituras hebreas. 

Hoy en día existe un amplio sector del judaísmo en el mundo que reconoce a Jesús como su Mesías y comparten la misma fe con el cristianismo autentico sin dejar de observar las tradiciones judías. Estos se llaman judíos mesiánicos. 

Finalmente queda decir que Jesucristo no es en modo alguno un Mesías fracasado. Su misión expiatoria ha sido cumplida y la fase final de su etapa profética como rey queda aún pendiente de su grandioso cumplimiento. 

Y es posible que algunos de nosotros estemos vivos para verlo.

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