lunes, 29 de julio de 2013

¿Un Jesús que Perdió la fe?


Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?Mateo 27:46

¿Por qué dijo Jesús estas palabras? ¿Significara que el propio Mesías al final perdió la fe en su Dios?

Esta expresión de angustia de Jesucristo ha sido usada con frecuencia por los enemigos o escépticos del cristianismo como una sabrosa muestra de incoherencia por parte de su fundador. Para ellos, el súper héroe del cristianismo se deslució con este desliz de debilidad.

Hoy, como incluso muchos entonces, no comprendían las afirmaciones de Jesús. Los propios escribas y fariseos, gente instruida y culta, tampoco le entendían. Por esta razón en cierta ocasión Jesús les dijo:
“Erráis ignorando las escrituras y el poder de Dios” Mateo 22:29
Del mismo modo esto se aplica a sus detractores de hoy. Ellos también se equivocan porque principalmente desconocen las escrituras además del poder de Dios. Ellos ignoran que cuando Jesús dijo estas palabras estaba cumpliendo la profecía del salmo 22 que precisamente se inicia con estas exactas palabras:
“Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” Salmo 22:1
En este extraordinario salmo esta la radiografía de todos los sentimientos y pensamientos que poblaban la mente de Jesucristo en aquella difícil circunstancia. Suministra también detalles extraordinarios de la crucifixión, que efectivamente sucedieron, escritos aproximadamente mil años antes de que se produjeran.

Analicemos este salmo y veamos con cuanta precisión describe a Cristo sufriendo en la cruz.

Al principio señala su angustia por el abandono de Dios al decir:
“Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día y no respondes; y de noche y no hay para mi descanso”. Salmo 22:1-2
¿Realmente Dios le abandono?. La respuesta es SÍ. Dios abandonó a Jesús como abandono a Israel por su pecado. En este caso lo abandono, no por sus pecados, sino POR NUESTROS PECADOS. Sin embargo, lo que Dios dijo a Israel también se aplica a Jesús en dichos momentos:
“Por un breve momento te abandoné, pero te recogeré con grandes misericordias”. Isaías 54:7
Durante su suplicio previo y luego crucifixión, en efecto estuvo fuera del amparo de Dios. Y esto sucedió por un propósito bien definido. Dicho propósito lo explica el propio Dios a través del profeta Isaías 7 siglos antes de los acontecimientos de la cruz:
“Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento. Cuando haya PUESTO SU VIDA EN EXPIACIÓN POR EL PECADO, verá descendencia, vivirá por largos días y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y LLEVARÁ SOBRE SÍ LAS INIQUIDADES DE ELLOS. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los poderosos repartirá el botín; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, HABIENDO ÉL LLEVADO EL PECADO DE MUCHOS Y ORADO POR LOS TRANSGRESORES”. Isaías 53:10:12
Esta profecía es muy clara en afirmar que su muerte en la cruz tenía como propósito pagar el precio de nuestros pecados a fin de que podamos ser perdonados. Jesús lo sabia y por ello declaró dichas palabras para, no solo manifestar que en dicho momento él pasaba por el abandono de Dios descrito en el Salmo 22:1-2, sino que también, por lo mismo, se estaba identificando ante sus oyentes como el Mesías profetizado en dicho salmo.

¿Pero esto no significa un reproche a Dios, o más aún, una queja al amor y socorro de Dios por parte de Jesús que lo descalifica como un defraudador?

Dios nunca condena la queja que los seres humanos puedan formular contra él en un momento de dolor. Tanto en los salmos como también en el libro de Job y otras partes de la Biblia existen muchos ejemplos de estas quejas sobre las cuales no tenemos la reprensión de Dios sino más bien su comprensión y auxilio.

A esto el salmo 22 nos arroja más luz sobre lo que había en el corazón de Jesús y vemos que en los versos siguientes él no pretendía descalificar a Dios: 
“Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel. En ti esperaron nuestros padres; esperaron y tú los libraste. Clamaron a ti y fueron librados; confiaron en ti y no fueron avergonzados”. Salmo 22: 3-4
A continuación David profetiza una descripción del sentir de Jesús en la cruz que llena de asombro. Notad los detalles:
“Pero yo soy gusano y no hombre; Oprobio de los hombres y despreciado del pueblo. Todos los que me ven se burlan de mí; tuercen la boca y menean la cabeza, diciendo: “Se encomendó a Jehová, líbrelo él; sálvelo, puesto que en él se complacía”. Salmo 22: 6-8
Comparemos ahora esta descripción con la de la crucifixión de Jesús:
“Los que pasaban lo insultaban meneando la cabeza y diciendo: “Tú, el que derriba el templo y en tres días lo reedifica, sálvate a ti mismo. Si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz”. De esta manera también los principales sacerdotes, junto con los escribas, los fariseos y los ancianos, se burlaban de él y decían: “A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar. Si es el rey de Israel, que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrelo ahora si le quiere, porque a dicho: “Soy Hijo de Dios””. Mateo 27:39-41
El paralelo es impresionante, pero ahora sigamos:
“Pero tú eres el que me saco del vientre, el que me hizo estar confiado desde que estaba en el regazo de mi madre. A ti fui encomendado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios. ¡No te alejes de mí, porque la angustia está cerca y no hay quien me ayude.

Me han rodeado muchos toros; fuertes toros de Basán me han cercado. Abrieron contra mí su boca como león rapaz y rugiente. He sido derramado como el agua y todos mis huesos se descoyuntaron. Mi corazón fue como cera, derritiéndose dentro de mí. Como un tiesto se secó mi vigor y mi lengua se pegó a mi paladar. ¡Me has puesto en el polvo de la muerte!.
Perros me han rodeado; me han cercado una banda de malignos; DESGARRARON MIS MANOS Y MIS PIES. ¡Contar puedo todos mis huesos! Entre tanto ELLOS ME MIRAN Y ME OBSERVAN. REPARTIERON ENTRE SÍ MIS VESTIDOS Y SOBRE MI ROPA ECHARON SUERTES”. Salmo 22: 9:18
Veamos ahora lo que relata el evangelio de Mateo:
“Cuando lo hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliera lo dicho por el profeta: “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes””. Mateo 27:35
Finalmente Jesús, como hizo el salmista, acaba su clamor con un canto de confianza y acción de gracias por la liberación:
“Mas tú, Jehová, ¡no te alejes! Fortaleza mía, ¡Apresúrate a socorrerme! Libra de la espada mi alma, del poder del perro mi vida. Sálvame de la boca del león y líbrame de los cuernos de los toros salvajes.

Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré. Los que teméis a Jehová, ¡Alabadlo! ¡Glorificadlo descendencia toda de Jacob! ¡Temedlo vosotros, descendencia toda de Israel!, Porque no menospreció ni rechazó el dolor del afligido, ni de él escondió su rostro, sino que cuando clamo a él, lo escuchó”. Salmo 22:19-24
¿Realmente socorrió Dios a Jesús? Sí. Si bien tuvo que afrontar la muerte, él resucitó y fue exaltado tal como lo prometió Dios. El apóstol Pablo lo define así:
“Él siendo en forma de Dios no estimó ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a si mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Mas aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, HACIÉNDOSE OBEDIENTE HASTA LA MUERTE, Y MUERTE DE CRUZ. Por eso DIOS TAMBIÉN LO EXALTÓ SOBRE TODAS LAS COSAS Y LE DIO UN NOMBRE QUE ES SOBRE TODO NOMBRE, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Filipenses 2:6-11
Concluimos por tanto que esta angustiosa exclamación de Jesucristo no significa de modo alguno una confesión de falta de fe o una descalificación de la misericordia de Dios. Es más bien la constatación del enorme precio que tuvo que pagar Jesús para que podamos recibir el perdón de Dios y la vida eterna.

Dios abandonó a Jesús para no abandonarte a ti.

¿Le menearas también tú la cabeza?

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